Morirse

Tenemos admitido que la frontera entre la vida y la muerte la marca un accidente o una enfermedad. Morimos como mueren los peces y los gusanos, como mueren los árboles y las bacterias. Somos carne y en cuanto morimos nos tienen que ocultar porque empezamos a oler a descomposición. Y lo sabemos, aunque nos cueste trabajo digerirlo, porque la razón y la técnica nos invitan a la soberbia de querernos inmortales sin morirnos. Así se lo expresé inmediatamente:

            – Para ser inmortal, primero hay que morirse.

Dicho así parece insustancial y petulante, pero había que estar viviendo aquella situación para percibir su halo trascendental.