La duda
I
Refieren que un cómico de Pedroche,
en pleno desarrollo de la función,
se interrogó: "¿Quién es el fantoche
que en esta extraña representación
discurre y habla, soy yo o un personaje?"
Detallan que sintió la turbación
de seguir en la vida real un guión
no menos rígido y le dio coraje
la abrumadora fuerza del destino.
¿No es más absurdo el grosero libreto
del mundo? ¿No resulta un desatino
subordinar el pensamiento inquieto
a las crudas reglas del escenario,
no se torna, así, en mercenario?
II
Relatan que preguntó al auditorio
si habían entrado por su voluntad,
pues intuía también lo irreal e ilusorio
del papel del público, su verdad
sin libre albedrío. Fue sí la respuesta,
lo hemos querido, pero lo barroco
de la vida supuso que la encuesta
le satisficiera bastante poco.
El público es -caviló a la sazón-
también prisionero de este montaje,
aunque ignora que en este loado guión
su puro ser es el de personaje.
¿Habrá en el mundo alguien de sí consciente
-se dijo-, alguien que no sea obediente?
III
¿Lo hay?, interpeló a un posible demiurgo,
¿Lo eres Tú? ¿Eres Tú libre de crear
lo que quieres? ¿Eres el dramaturgo
de esta Historia falsamente ejemplar?
Si eso es así, ¿por qué este sufrimiento?
¿Es que no puedes firmar un relato
que te plazca y a los humanos sea grato,
con la alegría como único argumento
y con final feliz? ¿O es que la suerte
te puede y por encima de ti acuerda
en la vida, el dolor y la muerte?
Si es la suerte, exclama “mucha mierda”,
vente al tablado, siente mi zozobra,
y sufre conmigo el final de esta obra.
IV
Cuentan que al cómico de Los Pedroches
nadie le arguyó, y que en el futuro
su vida fueron duros días y noches
de soledad. Estoy solo, un puro
desierto de cuerpos y huesos es todo,
razonó. ¿Soy autónomo o prisionero
del guión? Es igual: de similar modo
al del guión fatal y de afín agüero
es el azar si a mis voces ninguna
voz responde. Ya noto que la duda
es la clave y la indulgente fortuna
mi esperanza, mi ilusión y mi ayuda.
Ya sé que da igual verdad o ficción,
ya puede continuar esta función.
Juan Bosco Castilla