Cuando me haya ido
I
Cuando yo me haya ido, no estés pendiente
de tu soledad ni un solo minuto
ni tengas nostalgia de mí: el luto
es para los tristes. Burlonamente,
mientras me recuerdes, podrás hallarme
en las cosas que amé, seguramente
sin la pasión que merecían: en mente
tengo pasear el río Cuzna o pararme
a ver los pueblos desde La Motilla.
Cuando yo haya partido, no me busques
en lo que vivimos juntos ni ofusques
a la gente hablándoles de un Castilla
muerto. Si por mí no te pregunta ella,
no les hables nada, no hay ninguna huella.
II
Cuando yo me haya ido, en estos poemas
ociosos no me busques, ni en los pocos
árboles que planté, ni en los problemas
que corregí bien, ni -y no es de locos-
en las cosas que hice, todas excepto
amarte prescindibles. No fatigues
tu memoria autónoma ni te obligues
a no olvidarme nunca. El concepto
es que ni yo valgo tu eternidad
ni –no me rechaces la sugerencia-
tú mereces el lastre de mi ausencia.
Cuando me haya ido, hazlo por piedad,
tira mis retratos y los diversos
papeles que contienen estos versos.
Juan Bosco Castilla