No entiendo la escritura sin idea. Por eso, cuando escribo un poema, primero he de tener la idea, la emoción, el sentimiento. Luego, viene ese proceso de explicar con las palabras justas y el ritmo adecuado lo que se quiere decir. Como la literatura no es un arte meramente formal (como lo sería la música), no entiendo la forma sin contenido.
Uno tiende a escribir lo que le gusta como lector, y como lector huyo de las metáforas y los fuegos artificiales. En todo caso, puestos a elegir entre la oscuridad de Góngora y la de Quevedo, me quedo siempre con la de Quevedo.
El hecho de que casi todos mis poemas tengan medida y rima sólo es consecuencia de mi afán por añadir dificultad y, por ello, de divertirme un poco más haciéndolos. Pero en absoluto desdeño los poemas sin rima y alguno de los que se recogen aquí no la tienen.