Viendo la ciudad
Me puse en pie y miré por los ventanales: desde allí, la metrópoli eran rascacielos, algunos campanarios y varias torres de comunicaciones silueteadas contra el cielo. Desde allí, el planeta estaba definitivamente conquistado, la Naturaleza había sido finalmente doblegada y la normalidad era el único destino operable. Desde allí, la ciudad tenía la misma vocación de perpetuarse que los astros, estaba sometida a unas reglas similares y era inmune a la estupidez colectiva. Desde allí, la sociedad que habitaba en la urbe se sentía capaz de mutar para adaptarse, era un ecosistema perfecto de dominantes y dominados, de huéspedes y parásitos, de presas y depredadores.