Una frustración de rico
Un sirviente vino en cuanto me senté y, sin que yo se la pidiera, me trajo una cerveza. Hicimos múltiples comentarios triviales, medio amodorrados por la armonía del entorno y por la excelente temperatura, mientras nuestros ojos vagaban de las muchachas a las fuentes y a los árboles y nuestros labios se cubrían de espuma de la cerveza, hasta que él me dijo:
– ¿Tú ves?: todo lo que podemos tener los ricos es esto.
– Es bastante, ¿no crees? Un jardín precioso, una piscina magnífica, una visión deliciosa, unas cervezas fresquísimas…
– Sí, pero es mentira. El jardín no se puede comparar con un bosque, entre la piscina y el mar no hay parangón, la visión es mercenaria y estas cervezas son como las de cualquier sitio. Si pudiera, me cambiaba por uno de esos actores. Ellos salen y se van por ahí a sentir la vida, en tanto que yo me quedo encerrado con esta perfección simulada, como un preso en el paraíso.