Algunos personajes
Un ejemplo
Tesa Mimo
A esas horas, Secto Yegoci regresaba a su casa en un coche de la policía con las luces de emergencia encendidas. Llevaba dos días sin descansar y estaba agotado. «Esta noche tampoco iré. En la práctica, estoy oficiando de Presidente», le había dicho muy ufano a Tesa Mimo, su novia. Ella, que se había arregostado al amor embravecido del político antes de dormir, rezongó con tibias protestas. «Tendrás que acostumbrarte a compartirme con la nación, como si fueras la primera dama», la intentó calmar Yegoci.
Cuando Tesa Mimo colgó el teléfono, se quedó cavilando sobre el significado de la última frase que había oído. Ella estaba preparada para compartir a su novio con otras mujeres y, de hecho, ya lo estaba haciendo, porque Yegoci se acostaba con todas las progres que le salían al paso, pero no sabía si estaba preparada para compartirlo con la nación. La nación eran, según su entendimiento, las señoras de los políticos de derechas que se vestían en las tiendas de la calle Flinn, las secretarias de los políticos de derechas que también se vestían en las tiendas de la calle Flinn y las amantes de los políticos de derechas que, obvio es decirlo, no podían vestirse sino en las tiendas de la calle Flinn. Si Yegoci llegaba a ser Presidente, se codearía con esas mujeres y se acostaría con ellas. A ojos de Tesa Mimo, las mujeres de derechas añadían al morbo de su posición social lo fino de su lencería y lo primoroso de sus artes amatorias, que en su imaginación despechada asimilaba a los modales que las señoras elegantes ponían en práctica en las cenas de gala.