Los amigos de la tía Teresa (fragmento)

Poco después de las seis, llegaron los amigos de la tía Teresa y debieron cortar la conversación. Eran miembros del partido que gobernaba en el Ayuntamiento de la ciudad, al que su tío prestó apoyo económico durante la transición democrática sin más móvil aparente que el de la satisfacción personal, pero con la secreta esperanza de ser candidato a algo, aunque Leonardo León, por aquel entonces líder provincial, que fue su compañero en la facultad de Derecho (su tío no llegó a acabar la carrera), le advirtió prontamente del gabarro que para una lista electoral suponía contar en estos tiempos con uno de los mayores propietarios de fincas rústicas de la provincia. «La mayoría de mis tierras no dan más que tomillo salsero y se secan con la luna. No soy rico más que en hectáreas», contestó él resignado. Leonardo León, que conocía sus rentas, sabía que eso era cierto: él ganaba como abogado cinco veces más que su amigo administrando sus fincas. «El electorado no tiene término medio: sólo entiende de números o de abstracciones. Por eso el político más convincente es el que mezcla mejor los datos estadísticos con la vaguedad más absoluta. Dos mil hectáreas y vivir de las rentas, fíjate que dos armas para un mitin», le dijo.