Una confesión
Sé que no debería haberlo hecho, y que si este fuera un libro de memorias, omitiría lo que voy a decir o plantearía las circunstancias de tal modo que me excusaran, pero yo no pretendo que el lector me disculpe, ni siquiera que me juzgue o que se forme de mí una opinión, pues este libro no es tanto el de mi historia como de Historia, y por eso escribo sin ambages que entré en la tienda con el cuchillo en la mano y me fui apartando gente a cuchillazos, y que cuando el alboroto se convirtió en un ovillo de cuerpos, me fui a un lado y disparé sobre quienes lo integraban mientras gritaba que saliera todo el mundo. Algunos escaparon corriendo, pero otros muchos se quedaron ensuciando con su sangre el lecho de garbanzos y latas de conserva