El rebaño
Cuando aquel rumor me despertó, yo me acordé del concepto «nación» que nos habían obligado a aprender en la escuela entre himnos solemnes y leyendas épicas atesoradas como verdadera Historia fundacional, quizá porque la presencia que lo provocaba era similar a la del rebaño, y como a un rebaño guiado por un pastor tenía yo a las naciones. También aquello era único y colectivo, y aunque no tuviera alma, estaba habitado por unas cuantas emociones, simples e intensísimas. Jamás había notado nada similar, ni comparable siquiera. La presencia tenía hambre y husmeaba el amanecer como un felino ansioso en la boca de una madriguera. Y nosotros estábamos al lado, estorbando, o, más bien, compitiendo con ella.