Un ejemplo de los artículos que se recogen
Una oferta irresistible
© Juan Bosco Castilla
Cincuenta millones, un [reloj] cartier y un polvo. Suena bien, sobre todo lo último, y más tratándose de una mujer como Laura Fernández, la ex señora de Rodríguez Menéndez, a quien ahora se juzga por el intento de asesinato de su marido. Según las propias declaraciones de Nacho, desmentidas luego en el juicio, éste, que sólo había pedido cincuenta millones por acabar con la vida del controvertido abogado, recibió como contestación esa contraoferta de Laura Fernández. Contraoferta que, añado yo, abrumaba, que prácticamente hacía imposible la negativa: cincuenta millones y, además, un polvo (el cartier, entre los cincuenta millones y el polvo, parece calderilla).
Todos tenemos un precio, en dinero o en especie, eso está claro. Lo que queda siempre por decidir es la calidad y la cuantía del precio. Si yo hubiera sido el defensor de Nacho, habría tratado de explotar esta línea de defensa: la del precio sumamente elevado, la de la proposición irresistible. ¿No se han perdido reinos, iniciado guerras y hundido imperios financieros por un mínimo lío de faldas? ¿No puede cualquiera perder su familia, su vida y su alma por echar una cana al aire y aun así, a sabiendas de todos los males que pueden sobrevenirle, se siguen echando canas al aire? “Más pueden dos tetas que dos carretas, señoría”, diría yo, que es un aforismo jurídico más grosero que el árboris dominium ex radice aestimatur (la propiedad de un árbol se determina por la raíz), pongo por ejemplo, pero mucho más entendible y, puestos al caso, mucho más fácil de probar.
Y además están las circunstancias concretas de los afectados. ¿No se alude al desarraigo cuando se defiende a inmigrantes ilegales? ¿No trata el abogado de presentar al defendido como un ser traumatizado por una mala experiencia infantil, no alude a la pésima formación dada en un correccional o por un padre alcohólico y violento para disculpar un delito? ¿No parece justificable ante la opinión pública un robo cuando el delincuente es un pobre hombre que pretende alimentar a su familia? Pues algo parecido pasa aquí, sólo que las circunstancias son de riqueza y de lujo: ¿O no existe una tendencia natural de los poderosos a seguir en el poder, de los ricos a seguir con sus riquezas, de los que están montados en el carro a seguir en el carro, por muchos kilómetros que lleven otros andando? Lo natural es lo natural, para unos y para otros, y si es natural por algo será, que la naturaleza es sabia, según es comúnmente admitido, y es de soberbios querer enmendarle la plana.
Veamos: según leo en la prensa, Nacho, el acusado de ser autor de los disparos, era copropietario de un local de venta de coches de lujo; Laura Fernández, la ex mujer de Rodríguez Menéndez, fue durante un tiempo prostituta de lujo, y Rodríguez Menéndez, conocido, entre otras lindezas, por sus discutidas maniobras procesales en casos como el del GAL, por haber sido multado por el juez Garzón, por defender a Antonio David Flores (el ex marido de Rociíto) en el caso de los teléfonos móviles y por su polémica entrada en diversos medios de comunicación, como el diario Ya, del que fue propietario, o en la revista de cotilleo Dígame, de la que es hoy propietario y de la que el citado Antonio David Flores es vicepresidente, y Rodríguez Menéndez –decía– ha declarado en el juicio que posee una fortuna de ocho mil millones de pesetas, aunque, como él mismo dijo, lógicamente nada está a su nombre por muy dueño que sea de ella. Así pues, los tres están acostumbrados a tratar con el lujo. Y el lujo tiene esas cosas, que entorpece o anula la voluntad, que engancha, y como prueba ahí están las ganas que tenemos todos de dejar de vivir como vivimos para vivir como ellos, de dejar de vendernos por una poca vanidad y cuatro chucherías para que nos pongan el precio justo de lo que valemos.